Siete días, siete solo han hecho falta para corroborar que Velázquez no es entrenador para este Betis y que la plantilla de este club es de las más mediocres de la categoría. Ni siquiera la presencia de Rubén Castro eleva el nivel a un plantel que se está arrastrando por los campos de segunda y que en solo cuatro jornadas ha logrado encender todas las alarmas.
Un modesto y recien ascendido Albacete, que se presentó en Villamarín con las bajas de sus dos mejores jugadores, Israel y Rubén Cruz (a la sazón canteranos béticos), dieron todo un recital de buen fútbol, posicionamiento, toques, triangulaciones y llegadas con peligro, hasta el punto de que hubo momentos en que parecían el mejor Barcelona de Xavi y compañía.
La planificación ha sido un verdadero desastre y ya es tarde para que tanto Platas y su consejo, Alexis y sus colaboradores, y Velázquez y su equipo técnico cojan sus maletas y pongan rumbo a donde más les apetezca, excepto a volver a poner un pié más en Heliopolis.
Está en juego la supervivencia del club, ya que una temporada más en segunda pondría en riesgo el cumplimiento del convenio de acreedores y la consiguiente disolución de la entidad verdiblanca, algo demasiado grave después de 107 años de historia.
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